Se avecinaba el que sin duda resultó ser para mí el concierto más emotivo de todo el año, por la banda, y por sus circunstancias. Siempre soy muy expresiva en demostrar mis emociones sobre los conciertos, y en esta temporada el listón estaba alto, pero ESTIRPE se encumbró. Hacía años que no los veíamos en directo, ausencia demasiado larga para una de las bandas más significativas del país, y que personalmente más me había marcado en su momento -y siguió siempre causando un alto impacto en mí-, desde aquel primer directo que les vi hace muchos años en Murcia, con la sala casi vacía, donde tocaron con la misma pasión que si de un estadio lleno se tratara. El siguiente lunes fui a la tienda a comprarme todo el material que encontré de ellos, y ya no dejé de seguirlos.
El último concierto que mi mente recuerda fue en Torrevieja (Alicante); seguidamente la ilusión de un disco nuevo, “Neurasia”, truncada por un doloroso silencio. Por suerte, todos los que habíamos gozado del genio en directo sabíamos que su luz interior le iba a dar fuerzas para salir adelante, y dábamos por sentado que ese impás tenía fecha de caducidad. Aquellos que habíamos recibido el regalo de su luz, de alguna forma se la estábamos devolviendo en la distancia. Y por fin había llegado el día en que esa nueva joya de la música, “Neurasia”, desplegara su esplendor en el directo.
Valencia es colorista y acogedora como pocas, y a la vez con los aires de vanguardia de la gran ciudad que es, y contagiada por ese ánimo me dirijo esa noche a la Sala Loco Club puntual para ver a PERANOIA, grupo que abría el concierto. La Sala Loco Club es inmensa y de original decoración, que nos recrea un poco las clásicas salas de la movida madrileña, y me anticipo que iba a estar a la altura del evento que se iba a vivir, como así fue.
Antes de comenzar la crónica en sí, debo de recalcar que las fotos que la ilustran (salvo las de los carteles de las bandas) han sido cedidas por Ángel Moya Martínez, fotógrafo que estaba cubriendo el evento y a quien le pedí algunas para mi crónica. Como podréis ver me ha pasado una tomas chulísimas, haciendo alarde de una gran generosidad, cosa que desde aquí le agradezco profundamente.
Comienza PERANOIA, y aquí viene mi ya habitual momento pataleta, que como siempre digo, dejo para el principio. (Mientras observe algo que me mueva a la pataleta, estará el momento pataleta. Es lo que hay). Y es que opino que la gente que llegó justo para ver a ESTIRPE se perdió un conciertazo. Lo lamento por quienes llegaron “justo para ver a la banda que conozco”, porque esa desidia y ausencia de curiosidad les hizo perder el tren de otra banda que, a quienes ESTIRPE le guste, les hubiera fascinado: los locales PERANOIA. Una lástima.
Por suerte, un nutrido grupo de personas y fieles a la banda sí que se congregó para verlos, aceptable si nos atenemos al gran tamaño de la sala y a la hora de comienzo, las 21:30 de la noche, hora del comienzo de la fiesta. Porque en eso consistió el concierto de PERANOIA: Un original y divertidísimo viaje en el tiempo a los años 50, tamizado por el más actual y desgarrado Rock&Roll revestido de sofisticación y elegancia. Buena onda, entrega con el público y virtuosismo instrumental son otras de las notas predominantes en un show que no dio pie ni un segundo al aburrimiento o al decaimiento.
Salen al escenario con trompeta y trombón, además de los instrumentos habituales, y en ese momento pienso que la cosa promete. No me equivoco. PERANOIA sorprende y divierte. Una intro con ciertos toques industriales da el pie a la incursión de su expresivo bajo ejecutado con potencia, inicio de un repertorio que mete en la coctelera Blues, Soul, Funky o Rock&Roll, dando como resultado un sonido vibrante, elegante y llevado al directo con una calidad casi hipnótica, sin fisuras (al menos, no las aprecié).
Grupo de lo más original que he visto últimamente, lo que ya de por sí es un valor, con temas movidos, que por ser banda local, y por el carisma y energía de sus integrantes, va suscitando el interés y apoyo del público; y sin duda nos hacen entrar en calor para lo que venía después (En mi caso, llego a olvidar en algún momento al siguiente grupo, y eso es muy difícil de conseguir para una banda “telonera”, odiosa expresión).
Nota predominante es el eclecticismo de los temas y variedad de tempos y estilos, por ejemplificar: baladas o medios tiempos; algún tema me rememora un poco a HÉROES DEL SILENCIO, con ese rasgueo de guitarra y genial punteo que me llama poderosamente la atención; rapeos en otro tema; aires de música negra impresos por ese combo entre trompeta y trombón que tanto sabor da; desgarrador Rock urbano y callejero a lo largo de todo el concierto; o Ska hacia el final para terminar la fiesta en lo alto. Todo ello sin dejar de un lado la fuerza e intensidad, bien contenida, o bien expansiva, según la canción lo requiriera. En definitiva, no apto para mentes cerradas o que tengan muy definido su estilo.
Están perfectamente empastados como banda en todos los temas, y en los traviesos cambios de ritmo dentro de cada tema, llevando con comodidad la diferencia de colores que caracteriza a un setlist de lo más variopinto. Son talentosos instrumentistas, capaces de manejar además una fluida sincronía con el público.
Por individualizar un poco, he de decir que me impactó especialmente la potencia, técnica y precisión del batería -en perfecto acople y diálogo con el resto de la banda-; y me llamó la atención la guitarra solista y sus filigranas bluseras; el rasgueo sucio de la rítmica, imprimiendo el sello urbano; o el bello color de la voz del cantante, quien lo mismo cogía la guitarra que la trompeta y que, por otra parte, como frontman y en el aspecto de conectar con el público, aprueba con nota. El recuerdo más vivo que tengo de este concierto es su final, con esta interesante banda arrancando la aprobación y aplauso de la audiencia. Si tocan por tu zona, y te va el rollo, los recomiendo.
“Decíamos ayer…” como dijo Fray Luis de León. Esto fue para mí el instante en que se acabó el descanso y cambio de escenario, y ESTIRPE irrumpió en las tablas para comenzar su espectáculo. Como si no hubiera pasado el tiempo, con la misma energía, naturalidad y entrega, sonaron los primeros acordes para una concurrencia entusiasta y entregada.
Una vibración especial se palpaba en el ambiente, una mezcla de expectación e intriga, de ilusión y cariño; una energía positiva que se iba contagiando como piezas de dominó que caen. Solo que aquí las piezas fueron las miradas brillantes y sonrisas entre el público, las cuales, como ondas expansivas cuando tiras una piedra al agua, se iban traspasando de persona a persona, tejiendo un dibujo de alegría general y magia. Me han hablado del natural sociable de la gente valenciana (yo misma lo pude comprobar después, todo sea dicho). Así que desconozco en qué punto terminaba la influencia del arte de la banda, y dónde empezaba la del conmovedor talante del público de Valencia. Lo que es cierto es que ese feedback existió, y que sin conocernos (yo no conocía a nadie) interactuamos entre nosotros hasta llegar a ser uno con la banda. Lo que es indudable es que allí pasó algo muy especial, algo trascendente y renovador.
Carentes de toda impostura folclórica, sin oportunismos, así recibieron ESTIRPE a su gente: como siempre, como toda la vida, como si fuera el primer concierto, con esa humildad que me resulta tan estremecedora para una banda que tiene entre sus filas a uno de los genios de la música de este país. Con ese turbador contraste entre sencillez y genio, que siempre asocio a ESTIRPE. La que se llama la humildad de los grandes, título que pocos, muy pocos pueden atribuirse.
Recuerdo cuando volvía de Valencia (no me había ido y ya quería volver), que me preguntaban qué época de ESTIRPE me gustaba más: la primera o la última. Recuerdo que no entendí la pregunta. Cada disco de ESTIRPE es un mundo aparte. En todos sus años de carrera, ni se han definido, ni se han repetido. Han hecho en cada momento lo que su creatividad les requería. Recuerdo también haber leído por ahí críticas de gente protestando porque ya no eran indies. Tampoco lo entendí. Mis gustos van más hacia el Heavy Metal, y ESTIRPE es una banda que me gustó desde que la conocí, pese a que nunca he seguido eso del Indie, signifique lo que signifique. Lo que define a esta banda es su esencia, algo inexplicable. Son capaces de aderezarla con Funky, Indie, Samba, Rap o incluso Hardcore, dando la dosis justa de cada ingrediente para que el resultado te guste, aunque no sigas individualmente cada una de esas tendencias.
Porque lo que gusta de las composiciones de ESTIRPE es el corazón de las mismas, el sentimiento que late debajo, y que trasciende al color de la piel con que las revistan. Es mi caso al menos. En su momento me llamó la atención de ESTIRPE que no se parecía a nada de lo que había escuchado antes. Y me enganchó ese canto de sirena del que acabo de hablar, ese “algo” indefinible. Llámalo “arte”. A ESTIRPE le supuso muchos años calar definitivamente en la mente del público español, con sus altos y sus bajos. Porque era una música insólita, original, que no resultaba comercial. Pero nunca han traicionado a su esencia, a lo que el corazón les pedía. Porque eso es ESTIRPE: Corazón por la música y por el público, corriente de intenso amor que -como el río a la mar-, va de uno a otra y se confunde para acabar siendo una sola cosa. Esta pasión ha sido el combustible que les ha movido para no desfallecer en ningún momento. Y esto, al final, tiene premio.
Para poner en antecedentes, la gira “Frenético 2.0.” hacía escala en Valencia, presentando “Neurasia”, su último trabajo y para mí, otra obra maestra más de la banda. Se trataba del último concierto en España antes de que la banda emprendiera su aventura mexicana. Ambiente variado y ecléctico entre el público, pero como digo, con la pasión como común denominador.
3,2,1…se apagan las luces, y se inicia el encantamiento. Una intro de guitarra da paso al primer tema, Tomorrow, preciosa versión de la película Annie, cantada por Manuel Mart con toda la sensibilidad de que sabe hacer alarde. (No, Manuel no cantó O Sole Mio, pero nos deleitaron con esta entrañable entrada que logró el efecto de hechizarnos en tiempo record).
Seguidamente pasan a presentarnos “Neurasia”, para demostrarnos que están con más energía que nunca, y en concreto los temas En Tus Ojos y Como Ayer. Apoteósico comienzo con estas canciones que son dos pepinazos en las sienes, y densas letras llenas de mensaje, que les sirven para marcar territorio: están en plena forma.
La sonrisa en los ojos de Mart no deja lugar a dudas, es emoción en estado puro y lo transmite. En este punto del concierto, saluda a la gente recordando el largo tiempo que hace que no van a Valencia, a lo que alguien le indica desde el público que es “demasiado tiempo”; respondiendo aquél con sencillez máxima que “había que curar un resfriadillo”. La sala se cae abajo en aplausos. Para quien me conozca, no hace falta decirle que la aquí firmante se tuvo que tragar las lágrimas en ese momento.
Pero no es tiempo de melancolía de la mala, sino de la buena, y en esta línea es el momento de repasar el primero de los clásicos de la banda, Vértigo, soberbio tema perteneciente a su álbum “Inventarse el Mundo”.
Vuelta a “Neurasia” para rescatar el que fuera su primer single, el pegadizo, original y potente, Magnético, con el que la gente entra totalmente en el concierto.
A estas alturas de la película, la temperatura ambiente está lo suficientemente caldeada, y el genial clima es propicio para llegar a uno de los grandes himnos de la banda, Te Seguiré, perteneciente a su disco, “Buenos Días Voluntad”. Se percibe que están disfrutando, dejándose la piel en el escenario y dándolo todo.
Loren se luce a la guitarra como siempre lo recordamos, gozándolo intensamente; y Paco López al bajo arranca aplausos entre la concurrencia con sus vigorosos solos y el enorme talento de que este chaval hace alarde.
Seguimos con Por Suerte, de “Neurasia”, y las buenas vibraciones no hacen más que aumentar. La banda se crece, y la conexión con el enfervorizado público se intensifica por momentos.
Llegamos a la que para mí es una de las joyas de la corona del último “Neurasia”, su tema En Silencio, una de esas piedras preciosas que con regularidad van apareciendo en la discografía de ESTIRPE; a destacar el soberbio solo de guitarra de Loren, cargado de intenso sentimiento. Con este tema en directo, mi frágil sensibilidad sufre de agudos pinchazos donde más le duele.
Pronto tengo la ocasión de reponerme con lo que viene a continuación: Un instante esperado y anunciado, que por suerte no se queda en un bulo y sí pasa a ser uno de los picos cumbre del concierto. El factor sorpresa estriba en quién sería ese artista que compartiría escenario con los cordobeses, incógnita que se revela pronto. Estamos hablando de la subida al escenario de Pau de Uzzhuaïa, para colaborar en Me Equivoqué (“Buenos Días Voluntad”), uno de los temas con más carga rockera de la trayectoria de la banda, y a su vez sumamente pegadizo. Momento de gran camaradería el que se vive, sin duda todo un regalo para el público valenciano, regalo que he de decir a voz en grito que se merecían, y responden viniéndose arriba de forma increíble. (Lo he repetido varias veces, pero me impactó este público).
ESTIRPE no dan pie al mínimo respiro, y así, en la misma línea de energía y contundencia, siguen con otro de los imprescindibles de la banda, el significativo América, de “Inventarse el Mundo”, tema que por desgracia no pasa de moda en su temática.
La gente ha perdido ya a estas alturas todo el resto de contención que le quedaba, toman las riendas y son un componente más de la banda. Pero no acaban las sorpresas, esta vez se viene una versión de Oye Cómo Va, popular tema de Santana colmado de sabor, con el que suben la temperatura ambiente.
Le sigue Contigo, otro tema de “Neurasia”, original y complejo en sus modulaciones vocales que Manuel lleva al directo con una maestría y casi-perfección que, personalmente, no deja de sorprenderme. Este momento antes del potente No Somos 100, también de “Neurasia”, es el elegido para presentar con todos los honores a la banda.
Y ya nos vamos adentrando en la recta final con nueva sorpresa, el tema Rock&Roll, cover del clásico de LED ZEPPELIN, y de nuevo se sube al escenario Pau de Uzzhuaïa, donde Mart se baja del escenario y deja solo a Pau cantando y bueno, ¡qué decir de este momento!: Poca cosa.
En este punto, Mart da las gracias por la asistencia, ignorando que somos nosotros quienes tendríamos que agradecerle poco después el retrotraerse años atrás, a los tiempos de “Ciencia”, con Mi Bella Condición. A estas alturas, Mart está totalmente fuera de sí y se baja del escenario para cantar abajo rodeado de la gente -para euforia de todos-; en este punto, sus nervios y emoción están a flor de piel, se percibe.
Para ir finalizando, cae otro de los temas de “Neurasia”, Infinito, no sin antes marcar a la concurrencia con una de las frases que me apunto: “seguimos existiendo gracias a vosotros”. A estas alturas del concierto, tengo la piel permanentemente de gallina: Mart habla del carácter premonitorio de esta canción, Infinito, que me niego a desgranar. Sólo decir que, entre quienes la conocíamos, llega a hacerse un breve silencio de impacto y recogimiento, por el desgarrador significado anticipatorio de la misma.
Pero como perros viejos que empiezan a ser en esto de la escena, no dejan que decaiga, y echan el resto en dos temas más de “Inventarse el Mundo”: Un Esfuerzo Más (donde juguetea con el reggae) y El Color de mi Voz (más rockera), con la que la sala se viene abajo y nos sorprenden con solos de bajo y giros de bossa nova.
Es el instante de los agradecimientos: A Pau, a PERANOIA, a su técnico de sonido (brillante, lo certifico) y a todos nosotros. Para concluir con otro tema de “Ciencia”, Hazme Creer, cerrando un solo de batería de los que quitan el hipo.
Recapitulando, hacía mucho tiempo que no veía a la gente tan entregada en un concierto, y no me cabe duda de que se fueron con buen sabor de boca, y nosotros con una inyección de energía positiva. Al finalizar, con los focos apagados, ESTIRPE se bajaron del escenario y no dieron por finalizada la jornada hasta que no se hubieron hecho la última foto, hasta que no se estampó la última firma, hasta que no terminaron todos los instantes de conversación, intercambio de impresiones y muestras de cariño por parte de todo el que se quiso quedar. Con paciencia infinita, afecto y cordialidad, sin el más mínimo tope o límite de tiempo, se estuvieron con la gente en un post-concierto interminable (entrevista a Manuel Mart incluida). Todo el que quiso algo de ellos, lo obtuvo hasta el último suspiro, y sólo largo tiempo después empezaron a recoger, cuando se hubo acabado el dilatado tiempo dedicado a su emocionada afición. No saben decir que no: No quieren. No hay límites a su público. He de decir sin temor a equivocarme, que esto en una banda no es muy frecuente, salvo escasas excepciones.
Respecto a los músicos individualmente, poco que decir, es mejor verlos, pero no quiero dejar de indicar algunas notas. Respecto al batería de la banda, Miguel Fuentes, es un lince que perfectamente lo ubico tanto en un grupo de jazz, como de metal: camaleónico como corresponde a una banda con tantos cambios de registro, cumple impecablemente su misión de empastar a la banda.
El bajista, Francisco J. López, nos fascinó: fue al primero al que me acerqué para felicitarlo (simpático hasta romperse, todo hay que decirlo). Sus solos fueron uno de los puntos fuertes del concierto. Es extremadamente virtuoso y perfeccionista en la ejecución, y además se le nota que se divierte, transmitiendo buen rollo y frescura. Podría decir mucho, pero lo voy a resumir de esta manera: para mí Pepe Bao, quien también militó en las filas de la banda, es uno de los mejores bajistas del país (cuando no el mejor); y este chico no tiene absolutamente NADA que envidiarle. Fichaje de los llamados “acierto máximo” por parte de la banda.
De Loren tengo poco que decir, que no se sepa ya. Baluarte veterano de la banda, es siempre sencillamente brutal verlo sobre el escenario. Lo vive con una pasión que he visto pocas veces en un guitarrista: con un éxtasis que nace de su más profundo interior, no me cabe duda. Sólo así se explica ese trance que nos traspasa a los demás como una corriente en el deshielo, todo emoción en estado puro. Algo dentro de ti cambia, sin opción a retorno, viéndolo interpretar. Como ese deshielo, derrite el frío del alma y calma la sed de la tierra yerma de las emociones.
Manuel Ángel Mart: Cantante, compositor, productor…ARTISTA. Mirada chispeante, desprendiendo pasión como ríos de lava volcánica. Teatralidad, brillantez, excelencia en su puesta en escena, dando la vida entera sobre el escenario de principio a fin. Manuel mira a los ojos de todos y cada uno de los asistentes sellando una conexión que su intenso carisma consigue espontáneamente. Sonríe, posa para las cámaras, baila, se contonea…VIVE. Manuel es un ser de luz, un genio de los que pocas veces se conocen (particularmente, es el único músico con el que he osado utilizar esta palabra). Manuel es luminosidad, arte, talento a borbotones, sentimiento descarnado. Manuel tiene algo único en su interior: un algo bello, mágico e insuperable. Es una de las figuras de las que marcan un antes y un después, en la música y en la vida. Es poesía hecha aliento. Bienvenido a casa, Manuel Ángel Mart.
FOTOGRAFÍA BY ÁNGEL MOYA MARTÍNEZ
Una pequeña corrección, es Uzzhuaïa
¡Pero cómo es posible! Muchísimas gracias por la lectura y por la corrección. Tanto ladrillo de letras…Menos mal que hay gente que se toma la molestia de leer y comentar.
Ya está corregido. Mis disculpas a Pau y a Estirpe.