Había dicho que no hacía más crónicas salvo alguna puntual. Tengo la suerte de caminar con grandes compañeros a mi lado en éste y otros medios que lo hacen genial, y me gusta estar en los conciertos disfrutando al máximo y no con la libreta tomando apuntes como en mi dilatada etapa estudiantil. Pero Andy me lo pidió, y simplemente no podía negarme. Adelanto que no va a ser una crónica de lo más pro, como otras que he hecho. Puedes rastrear otras pedazo crónicas que se han hecho de este Festi, altamente profesionales y que cumplen sobradamente esa función. Como bien digo, no tenía pensado escribirla y mi memoria al respecto es subjetiva y (por qué no decirlo) difusa, e impresa por las emociones. Y así es como lo volcaré aquí, personal y anárquicamente. Pero es lo que se me ha pedido así que adelante.
El Aquelarre es un festi que hacemos entre todos, y de alguna forma ya lo sentimos un poco parte de todos nosotros. Lo sigo desde su segunda edición, y hemos visto cómo ha ido creciendo poco a poco, como agua que horada a la piedra, hasta llegar a ser uno de los referentes regionales y cita obligada de cara al futuro. Sus cimientos son la humildad y la contagiosa ilusión de Andy, y su cemento el trabajo duro y la hermandad. Todos contribuimos en algo, con nuestro granito de arena, y eso hace que lo vivamos como nuestro.
Este año la expectación era grande, contábamos los días y las horas, y por fin llegó el momento. Ese ocho de octubre nos citábamos la familia, (que ya es como si lo fuéramos), y los amigos, en una jornada que estuvo marcada por los encuentros y reencuentros, por la fiesta y y la amistad; en uno de los conciertos/festis que he vivido donde todo ha sido más de verdad, más entrañable. De esos días donde dices: “merece la pena”.
Puntuales a la cita acudimos a la sala Garaje Beat Club, mi segunda casa, para ver a todos los grupos desde el principio, cosa que no pensó todo el mundo a la vista de que la sala estaba más vacía de lo que nos gusta verla, y pese a la (mal empezamos) cerveza gratis y cátering de 18:30 a 19:00 horas. Hard Rock y Heavy Rock de la vieja escuela, pero renovado con la frescura canaria, es lo que nos trajo consigo STRIVOR, asumiendo la no fácil labor de calentar motores con positivismo y actitud. La garra y potencia de esta banda nos puso las pilas para lo que venía, y se percibía el derroche de ilusión por venir a Murcia y tocar en este festival. Cuando un grupo se cruza el charco y desplega esta presencia y saber hacer sobre el escenario, la verdad que se agradece, por todo lo bonito que te transmite y el buen recuerdo que te deja.
Ya con el calentamiento hecho pasamos a SCARECROW AVENUE. ¡Qué decir de esta banda! Uno de mis referentes regionales, y que con su último disco, “Medusa”, han vuelto a demostrar lo que saben hacer. Bajo mi punto de vista han dado una vuelta de tuerca a mejor, si cabe, en cuanto a sonido e interpretación. Han consolidado estilo y sobre el escenario suenan más potentes, coordinados y compactos. El nivel alcanzado en los temas que han compuesto, difícil de igualar y superar después de ese anterior “Mi Origen”, no hace sino terminar de sellar el enganche a esta banda, a la que tan fácil es querer debido a su gran corazón y a la buena pasta de que están hechos.
A MALEEK los conocí hace años, por un cd que me regaló un amigo, y lo que debo de recalcar es que vienen haciendo este estilo desde antes, mucho antes de que se pusiera de moda y de que se escuchara por todos lados como ahora: Hardcore, metalcore, gringcore… sonido duro, cavernario y combativo, -en el caso de ellos bastante personal e inclasificable-, por entonces era algo minoritario y underground. Pero no cedieron al “folki tirori” que se llevaba en esa época, ni a moda alguna Es de justicia subrayar este punto, que denota personalidad, constancia y actitud. Volviendo al presente, concretamente su actuación en el Aquelarre se caracterizó porque tocaron con las tripas, y al mismo tiempo se las dejaron sobre las tablas. En cuanto a sonido, han mejorado mucho desde la primera vez que los escuché, puliéndose sin perder su esencia, lo que denota que no han parado de trabajar en todos estos años. Con la sala ya más llena lograron meterse a sus incondicionales en el bolsillo, y ganarse los respetos de adeptos nuevos.
Llegaba el turno de PIEL DE SERPIENTE, esa banda que ha ido calando en el corazón de los murcianos, hablo al menos por mí. Me sorprendieron gratamente a la primera, y me han seguido seduciendo desde entonces con su Hard Rock, estética sureña y tintes heavies. El día del Aquelarre terminaron de ganarme. Ya parecía que la sala Garaje Beat Club se iba llenando cuando hicieron su incursión en el escenario, demostrando una vez más ese rollo suyo tan personal y atractivo. Supieron atrapar a la gente, suscitar nuestra atención; nos diviertieron, nos hicieron bailar y disfrutar. Ese es el encanto del Aquelarre: contraste de sensaciones de una banda a otra, viejos encuentros, nuevos descubrimientos…Concretamente PIEL DE SERPIENTE han pasado a formar parte de esas bandas a las que ya se les puede considerar medio murcianos.
Pasamos a nuestros queridos, y a la vez maestros, DARKNOISE. Su cercanía, juventud y humildad te pueden despistar, pero que no te lleve a engaño: te puede gustar más o menos el estilo (yo soy del grupo de los del “más”), pero son de lo mejorcito que tenemos aquí. A estas horas de la noche ya la sala atesoraba una afluencia considerable de gente, ya se podía decir que el festi estaba en todo su esplendor. Lo cierto es que ayuda el hecho de que esta banda tenga sus seguidores incondicionales en la región. Su música es atractiva y su directo, infalible, como lo volvió a ser en el Aquelarre. Su actitud de ir a conciertos y apoyar a la escena y a los amigos, digna de encomio y ejemplo. Personalmente aprovecho para dar las gracias públicamente a Jesús por prestarme su apoyo hasta el punto de partirse la cara en algún momento reciente muy delicado mío. Gracias de todo corazón, eres muy grande.
Y llegamos a SKUNK D.F., a los que tuvimos el honor de recibir en su primera fecha presentando esa obra maestra, “Pigmalion”, como era de esperar a tope de gente, afortunadamente. Supuso uno de los directos más impactantes de toda mi vida. Lo digo totalmente en serio. Lo mío con SKUNK D.F. fue un flechazo en toda regla. En estudio no los había escuchado mucho, y cuando Andy los anunció me alegré por él, pero le dije que no era una banda que siguiera habitualmente; con todo y con eso le di la enhorabuena porque sabía que llamaban a masas y que era un gran fichaje para el festival. A su directo me rendí. Me dejaron hipnotizada y en trance desde la primera nota. Mis caras en las fotos son un cuadro, pero lo que estaba viendo, viviendo y presenciando me superaba. Empezando por lo más “banal”, su nivel de ejecución y maestría es impresionante; tanto a nivel individual, como de conjunto, su música es esa alfombra mágica que te envuelve y que teletransporta tus emociones a parajes donde vivirlas intensamente está permitido. Pero en conjunción con las composiciones, y las letras, su directo supone todo un viaje astral para los sentidos y el alma. Pocas veces he estado en estado de impacto continuo con las letras que mi oído podía captar: son brutalmente profundas, dignas de una cabeza privilegiada, que está muy al margen de la, digamos, normalidad. Todo esto rubricado por una magia inexplicable en el directo, algo que sale de lo más profundo del corazón y que colapsa hasta los rincones más profundos de tu espíritu. Es difícil explicar el cómo se pasa de la visceralidad más reptiliana, hasta la más mística trascendencia en un sólo concierto. Desde aquí reseñar un gesto que te agradeceré toda la puta vida, ANTONIO, el subirme al lateral del escenario y poder percibir más de cerca esa energía única que desprenden, ese “algo” que te cala hasta los huesos y te trastorna como una droga de las duras. Lo que transmiten y el cómo, es un enigma del que quizás ni ellos saben la respuesta. Lo que llevan dentro es una luz muy potente y especial. Y entonces te preguntas, ¿qué pasa en este país? Para que genios de esta calaña no estén en los mass media. Pero da igual, tienen a su “Familia”. Esa que se forjan a pie de calle, como lobos rastreando nuevos componentes para su manada, uno por uno. Ese sentimiento de colectivo, de tribu, te rompe el corazón cuando estás en la puerta al final del show, y estos malditos genios en persona salen a saludarte, a buscarte, a conocerte, con esa sonrisa y ese brillo en la mirada, con un interés y amor de los que se perciben auténticos (porque eso se ve). Con una sencillez que (lo que voy a decir es, nuevamente, totalmente sincero) he visto muy pero que muy pocas veces, contadas con los dedos de una mano en otras bandas. Y te termina de rematar ese aplastante contraste entre la genialidad más brillante, y la más auténtica de las humildades. No, no los conocía, y no estoy acostumbrada a esto. Más bien al contrario: al ridículo baile de máscaras y egos, a la tontería. Quien me conoce sabe que soy muy de captar energías. Y esta gente, tiene una de esas energías tranquilizadoras, de las que te serenan sólo de tenerlos al lado, porque percibes que son puros de corazón, porque te llega su paz. Cuando vi el lunes todas las solicitudes de amistad de ellos, y cómo se vuelcan 24 horas al día-365 días al año con su gente, directamente no me lo podía creer. ¿Que si lloré en su concierto? Pues claro que sí. Y haya puesto lo que haya puesto aquí, prometo con el corazón en la mano que me he quedado muy corta, dado que las palabras no me alcanzan para describir todo lo que pude llegar a sentir.
Le toca a KILLUS la nada sencilla tarea de tomar el testigo, tarea que culminaron con nota, poniendo de manifiesto por qué repetían en cartel tras el éxito alcanzado en la pasada edición. KILLUS lo volvieron a hacer: tirar la sala abajo y meterse al público en el bolsillo. Adelanto que no es un estilo que particularmente sea de los que más me llegan, pero objetivamente he de rendirme a la evidencia. KILLUS vencen, y convencen. Hay una cosa (de tantas) que muchas bandas no entienden: el directo es show, espectáculo. Y en el espectáculo como globalidad, hay que cubrir todos los flancos: también, cómo no, el visual y coreográfico. Y ahí justo considero que radica uno de los aciertos de KILLUS. El haber sabido mostrar una imagen, alineada con su música, de la que han conseguido fabricar mucho más: una marca personal. Esa recreación de zombies futuristas o lo que se te ocurra, puesta en acción con un despliegue de energía, coreo y narices -por no decir otra cosa-, volvió a arrasar como un tifón a las almas que se congregaban, teniendo el honor de visionar toda una ceremonia ancestral de catarsis colectiva que está corriendo como la pólvora con un éxito ascendente en progresión geométrica. Si estuviste, podrás decir dentro de unos años que los viste de cerca porque quién sabe a dónde van a llegar.
Ya bien avanzada la noche, y en transición hacia el final, aparece otro de los regalos que nos reporta el Aquelarre año tras año para quienes somos de gustos raros. Los MORPHIUM, sumándose a la estética impactante pero si cabe, más siniestra e inquietante que los anteriores, con ese baño en negro a modo de segunda piel, empiezan a ser unos veteranos en el mundillo, practicando un estilo que se escapa a toda etiqueta pero que tiene un denominador común: la virtualidad de suponer una llamada a remover los entresijos más oscuros de tu mente. Al menos, éste es el efecto que en mí crearon, y de corazón siento no haberles podido disfrutar plenamente por estar socorriendo almas en pena afectadas por lo avanzado de la hora. Pero albergo la esperanza de volverlos a visionar como me hubiera gustado, cien por cien metida en harina y viviendo todo el elenco de teclas que llegan a pulsar en nuestro lado oscuro de la luna, en las caras más tabú del interior, esas sobre las que dejamos que se pose el polvo para no verlas; esos monstruos que, bañados así por una pátina de prejuicios y apariencias, cubrimos con el barniz de la vulgar mediocridad cotidiana. Pese a lo avanzado de la hora, lograron mutar el incipiente cansancio general, en locura y pasión desbordante, en un concierto por otra parte impecable a nivel técnico. Profesionales, arriesgados y ajenos a toda corriente o género, son de esas bandas para apuntarlas mentalmente en gente con gustos como los míos. Porque además lo que hacen, que no es fácil, lo hacen perfecto, y saben transmitirlo en un directo con la habilidad de quien tiene el don, apuntalado por duro trabajo. Personalmente, banda que me echo a la saca de cara al futuro.
No todo el mundo puede asumir la difícil tarea de cerrar un festival como este a altas horas de la madrugada, y saber despertar de un aldabonazo a la gente. Esta es una tarea sólo para grandes. Y esos son sin duda mis queridos MIND DRILLER. Mucho llevo dicho de ellos, y poco me queda añadir que ya no se sepa. Pero sí detalles que podemos narrar quienes tenemos la inmensa suerte de contarnos entre sus amigos: la moral de Estefanía sobreponiéndose al cansancio de un bolo el día anterior en otra ciudad, que la dejó baldada física y moralmente, logrando que nadie que no lo supiera lo notara en absoluto durante la actuación; o el hecho de que fueran la única banda que estuvo a pie de escenario viendo todos los conciertos del primero al último, y eso tocando como tocaban al final. Al margen de su buena pasta a nivel personal, MIND DRILLER supuso sin lugar a dudas el cierre de honor del festival, ofreciendo su loco espectáculo y derroche de luz, color y puro show milimétricamente medido hasta el mínimo detalle, sin lugar a la improvisación, sin una sola grieta por donde se pudiera colar un segundo de aburrimiento o una nota desacompasada. MIND DRILLER crea adicción ya que allí nos reunimos quienes ya tenemos el enganche creado, y quienes cayeron en las redes de este circo burlesque, industrial, caótico y desenfrenado. Muchas gente les conoció ese día y se subió a un tren del que todos sabemos, no hay billete de retorno. Porque durante la representación, con marcada vocación teatral, de MIND DRILLER, por un momento tienes la ilusión de que la vida no es tan fea. Y ¡qué es la música!?, sino ilusión. A título personal, MIND DRILLER, no me cansaré de escribir de vosotros, y no me cansaré de quereros. Porque es mucho lo que os debo, entre otras cosas el no perder mi propia ilusión, por muchos detalles que vosotros sabéis.
Y cerramos los más valientes con el Dubstep/metal de nuestros ROBOT PORN, quienes ya tienen perfectamente asumido su papel de Caronte: recoger almas en pena y guiarlas al otro lado (en este caso a la cama). Era jodido el papelón pero sí, lo salvaron, porque menuda la que liaron.
Para terminar, (porque quien quiera saber más, que hubiera ido o que vaya el año que viene), no me queda sino felicitar -ya que agradecer lo he hecho muchas veces- a la impecable organización del AQUELARRE METALROCK FEST por el currazo que se metieron entre pecho y espalda antes y durante, por lo bien que salió todo, por el trato dispensado a bandas y público, por el éxito en cronometraje, en atención a los detalles, en el cuidado prestado a músicos y asistentes, y un largo etcétera. Pero sobre todo, se puede decir que es el ejemplo palmario de que los sueños se cumplen, si son alimentados por la ilusión. No me quiero poner muy petardamente intensa aquí, sólo una cosa más: AQUELARRE METALROCK FEST por y para siempre.
Fotografías cedidas por ALBERTO MARTÍNEZ MARÍN. A ti te dedico este artículo.