“Abrir los ojos por curiosidad, nunca jamás lo podré olvidar”
Hace un tiempo ya que decidí concentrar mis recursos económicos y emocionales (nunca sobrantes los primeros, y escasos por desgaste los segundos), en los grupos que realmente me gustaran y trataran con respeto a su público. No me he vuelto elitista. Que ambas facetas confluyan en los más grandes, y sean por tanto quienes acaparen mi atención, es sólo mera coincidencia. O no. Quizá la pasta personal de un grupo que, como ellos bien dicen, no ha tenido más apoyo que su público; quizá la constancia, el incasable espíritu de trabajo y el trato impecable a sus seguidores, es precisamente lo que hace grande a una banda.
Escribo estas líneas recién llegada de Madrid y con el cansancio y dolor de cervicales todavía reciente. Ni me atrevo a calificarla de crónica, ni siquiera de mis habituales “informales”. Es sólo uno de esos estertores del alma que te obligan a sacar cosas de dentro. Cuando me llaman colgada y mil cosas más por mi afición a HAMLET, de alguna forma reconforta ir a un concierto de esta índole y ver que TODOS PENSAMOS IGUAL. El hecho de que lo suba aquí es porque quizá sea de los textos que más le gusta leer a la gente, pese a (o tal vez por) que tenga un tono mucho menos profesional que otros. Habré escrito un millón de veces de HAMLET. Y las que quedan. Probablemente haya volcado y volcaré cosas que enfaden a no poca gente. Es lo que hay. Pero me he lanzado a redactar esto porque entiendo que hay puntos de los que no se hablan normalmente, y que merecían ser contados.
Con el tiempo milimetrado llego justo para ver a EON, y realmente lamento la inasistencia de gente que, pudiendo y teniendo tiempo, no llegara a verlos, dado que se llenó como hacia la mitad de su actuación. Justo es de reseñar que se metieron al público en el bolsillo. Por eso digo, si hubo personas que no fueran porque “no los conocieran” o “yo es que voy a ver a los grandes”, lo siento. Lo lamento de verdad por ellos. Porque es una de las bandas que más potencia me ha transmitido al primer aldabonazo, tanto por energía como por calidad. Con un vocalista de auténtico infarto, y unas composiciones más que elaboradas y atractivas, fue un concierto que disfruté bastante. Me sorprendieron gratamente y he de decir que hacía tiempo que no me impactaba el directo de una banda en tan positiva forma.
Las posiciones ya estaban cogidas desde el principio durante la tensa espera de cambio de escenario, espera que se retrotraía a unos meses atrás. Había pues expectación mientras un currante nato, y siempre vigilante en la sombra, Álvaro Blanco, (de los mejores mánagers que he visto nunca), terminaba de ultimar los detalles y asegurar el escenario para el terremoto que se venía encima. Como siempre, consigo estar en los puestos delanteros que es donde vivo realmente este directo. He de decir algo del público de HAMLET, auténtico protagonista de esta noche. Como siempre escribo y bien sabe quien tenga a bien leerme habitualmente, soy mucho de sensaciones. Normalmente no soporto estar en las filas de delante porque me agobian las multitudes. En los conciertos de HAMLET aguanto perfectamente porque me siento cómoda y arropada. Todas y cada una de las veces sin excepción conozco buena gente, entregada y dispuesta a seguirme, sin cuestionar, en las “performances” que se me van ocurriendo para animar a la banda. El público de HAMLET es gente fiel, leal, y entregada y que me transmite una energía positiva fuera de lo común. No es raro que se me agregue gente que viene sola o se desengancha de su peña, en el caso de festis, o sencillamente surgen conversaciones de forma natural. Podría afirmar sin que me temblara el pulso que el de HAMLET es el mejor público que conozco, sea de la quinta o edad que sea, y sin lugar a dudas es el principal patrimonio de la banda.
Lo que vino a continuación es inenarrable. A ciertas alturas, atesoramos unos cuantos conciertos a nuestras espaldas. Creo que todos, sin embargo, recordaremos una noche que se nos ha grabado a fuego. Arropada por un sold out que casi tira la sala abajo, la banda irrumpió en bloque con una potencia y fiereza brutales desde el primer segundo, y ya no bajó de revoluciones ni por un instante. Las canciones, que son otro de los bastiones del grupo, en directo suenan con un plus de salvajismo en ritmo y crudeza, sin aditamentos, que las hace cercanas en sonido a los géneros más extremos del Metal. Todo ello rubricado con una sincronía intragrupal casi perfecta, producto sin duda de una disciplina férrea, que arroja un resultado compacto en la ejecución, suman a que éste siga siendo un directo de los de auténtico lujo. Suman, pero lo que HACE que lleven treinta años sobre las tablas siendo los auténticos jefes, es algo que sólo se puede resumir en una palabra: PASIÓN. Sentimiento puro y duro que se desprende a borbotones como una explosión volcánica, y que es el culpable de la ya varias veces repetida por mí, y contrastada por varios amigos, “resaca de las emociones” del día siguiente; culpable de las lágrimas, de la piel de gallina, del salirse de esa propia piel y volverse energía pura sumada a las almas que vibran a tu lado en esos momentos mágicos. Un directo de HAMLET es la catarsis más brutal de sanación que puedas llegar a vivenciar, con sus rituales de liberación perfectamente estudiados y que no todo el mundo entiende. La coordinación entre la tela de araña de los matices de Molly, y la de las cuerdas de Luis, da como resultado un poliedro platónico, es decir, la casi perfección. El público fue subiendo enteros y enteros de intensidad hasta llegar a un éxtasis colectivo para el que no hay palabras. El trabajo impecable del equipo técnico y staff de la Sala, y de Rober, técnico de la banda, terminó de pulir una noche de auténtica locura; unas horas de las de retorcer las entrañas hasta las capas más puras de las emociones.
Quería ir hablando un poco individualmente de todos. Mr Paco, si existe otro batería mejor, yo no lo conozco, en ritmo, ejecución y potencia. No digo que no lo haya, digo que no lo conozco.
Molly, mucho se ha hablado y se hablará, del genio creador. Empezando por mí misma. Me va a perdonar por ello que no me recree pero no quiero dejar de recalcar algo: lo que lo hace el mejor frontman que hay en este país no es a mi modo de ver lo evidente, su estado de forma, su energía, su voz o las narices que le echa. Sino una empatía, inteligencia y sensibilidad extremadamente agudizadas que le hacen percibir lo que está oculto a los ojos de la mayoría, ver lo que nadie ve y, en consecuencia, saber entrar en comunión con el público tanto individual como colectivamente, saber llenar un escenario y mover a las masas. Como anécdota, la chica a la que subió al escenario me contaba a posteriori, con un brillo de ilusión en los ojos, que se había hecho horas en un autobús para llegar al concierto, y que había sido una de las experiencias de su vida. Sólo una mente preclara sabe intuir ciertas cosas. Y eso no es carisma: es Ángel.
KenZo, Ken HC o como diantres se quiera llamar, no sólo es un maldito reloj suizo tocando: infalible. No sólo ha sabido mimetizarse perfectamente con la banda. Es que además, y no por ello menos importante, es fuente de buena vibra (desde abajo se ven muchas cosas para quien quiera y sepa) y esto es algo vital para un grupo.
Al Maestro Luis no le voy a decir nada que no sepa ya, nada que no sea obvio, como su coraje y pundonor. Le echó los del caballo de Espartero y su maestría y nivel sólo entran en competición con su corazón y nobleza. Sólo decir por aquí para no repetirme ni autoplagiarme, LUIS GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS por esa noche.
Mr Álvaro Tenorio. Por avatares del destino, y logística del limitado espacio, caí delante de uno de los músicos a los que más admiración y respeto profeso. No hay que conocerme mucho para saber de mi filia cuasi enfermiza con el sonido del bajo. Álvaro Tenorio y Pepe Bao son mis dos bajistas nacionales favoritos. En el caso concreto de Álvaro además, (para mi gusto personal, recalco) pocos internacionales, aparte de los clásicos, le hacen sombra. Álvaro está situado en mi Olimpo particular de músicos, y no ya por su técnica mareante, o por su afán de perfección: sino porque imprime una sensibilidad que hace hablar al bajo, llorar, respirar y gritar; porque le dota de “alma, corazón y vida”. Su maestría y genialidad sólo es equiparable a su humildad extrema, que no le impide, sin embargo, atender con naturalidad al público que se lo requiere.
Este artículo no tiene fotos. Me parecía absurdo sacar el móvil teniendo al lado a JA MOLINA (gracias por cederme el sitio delante) y a ALEJANDRO PENEDO, que seguro que sacarán fotos excepcionales. Gracias por vuestra compañía, conversación y buena onda durante todo el concierto.
A Marycruz gracias por el post concierto improvisado, las cervezas, la cena y por ser así. Fue un gustazo conocerte en persona. A Gabriel, gracias, a tu surreal forma, ya tenía ganas infernales de verte. Al día siguiente, y todavía con mi resaca de las emociones, le compré varias poesías a un poeta callejero, pensando en alguien a quien extrañé.
Sólo me resta decir, “Para Toda La Vida”, GRACIAS.